Personaje de un sueño, del actor de una película

Quien esta reflejada en el espejo, ¿es acaso yo misma?
Entre lo que he pensado hasta ahora de mi, y lo que descubro en los juicios de otras personas, ¿qué hay?
¿Qué salva esa distancia? ¿Hay un tiempo para tener problemas de identidad?.
Mi documento dice: mujer de 20 años.
Yo misma diría: Chica sencilla, de vida tranquila, que vive en Saint Alfonz boulevard .
Según mi amigo con deseos de ser más que eso: una chica encantadora.
Mis compañeros del conservatorio: una esforzada pianista, que se pierde en pensamientos inalcanzables, en los que parece haber un paisaje sombrío. Tristeza y melancolía.
¿Qué veo yo? Soy el personaje que soñó un actor perteneciente a una película, que luego veo yo misma.
Perpetuamente analizándome, sin saber de donde provine, ni cuál sea el mundo real.
¿Qué hace tan maravilloso el crujir de las hojas debajo de mis zapatos en otoño?
¿Qué hace tan disfrutable un libro de teología? ¿Por qué me encuentro siempre sola más allá de la mano que está sobre mi hombro invitándome a la vida? Y si abro los ojos, y esa mano va acompañada de una sonrisa, que está delante de mí porque la veo en el espejo, siempre me queda sensación de que la vida en su máximo sentido y goce, está esclarecida para las demás personas.
Y llega la más grave de las preguntas: ¿Cuál es el sentido de la existencia? Y no es que no me importe vivir, pero ¿en dónde deposito mi confianza y mi fe en última instancia?
Basta salir a la calle, y ver como las gotas de una lluvia copiosa azota a los más desfavorecidos que están durmiendo entre cartones, y me doy cuenta que todos esos planteamientos son inútiles. Que esas personas no están pensando en ello, más les importa sobrevivir. Se aferran con tanta fuerza a la vida aún en las circunstancias más desesperanzadoras que me digo: La vida es importante, es sagrada, está claro.
Aun así sigo sin saber como vivir mi propia vida, y aunque hubiese un manual que dijese “así debes vivir tu vida” no se solucionaría puesto que ya existen miles de normas, y ninguna de ella me dice nada en esta escala de planteamientos trascendentes.
Dicen que solo se aprende a vivir viviendo… ¿y de cualquier forma?
Quiero creer que soy importante entre los miles de millones que poblamos esta Tierra, que tengo algo que hacer y aportar a la humanidad, pero sobre todo quiero creer que conoceré lo que es la plenitud en mi vida y por carne propia, y que no todo será oquedad.
Mi única vida se gasta entre interrogantes que me consumen día tras día.
Salgo a caminar y el aire de la cuidad tan frío sólo congela mis ganas de correr.
Pero algo, quien sabe desde donde, me impulsa, me pone de camino hacia el mar.
Voy enceguecida, directamente hacia la playa, sin prestar mayor atención que la que se necesita para cruzar un semáforo. Aun así el tirón que hizo alguien accidentalmente de mi bufanda me recuerda que debo prestar más atención.
Y al llegar allá, veo como el agua se une con el mar, y siento que no hay ninguna barrera, el mundo se abre, en símbolo de oportunidad.
Solo yo he de saber cual sea y cuando tomarla.
Es el momento en que el personaje del sueño, parece hablarle a la persona que duerme y le dice: ¡despierta! Y ese hombre despierta en la película, dando final a lo que veo yo.
Yo misma he de levantarme de mi butaca, y salir nuevamente a la calle, y allí afuera notare que paró de llover.
Y es volver a nacer cuando noto que quien me vende un clavel en la puerta, es un niño que sonríe.
La vida entonces es una conjunción extraña, entre lo que debería ser, entre lo que lamentablemente no es, y entre lo que es muy por encima de todo.
Y es Convocatoria, de las dulces, de las que duelen, de las que sorprenden, de las que nos desvelan. Es oportunidad de comprarle todos los claveles a ese niño y que se vaya a casa, y de poner en pausa la película para salir a tomar aire.
Ahora lo entiendo, y las teclas de mi piano ya no se mueven armónicas a la tonada del soliloquio de mis días, ahora tocan entusiastas la historia que me dictan los jóvenes y niños que van a aprender al conservatorio, lo hacen con la calma del mar que me dice observa el horizonte.


Nota: El texto es mi creación, y está registrado a mi nombre.

Comentarios

Taller Literario Kapasulino ha dicho que…
Interesante reflexión Vale, me ha gustado mucho tu post.
Javier Muñiz ha dicho que…
hola, bello texto, gracias por compartirlo, te encontré en un blogg común, si te gusta la poesía te invito al mio,será un placer, es
http://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
muchas gracias, buen día, besos
Ariel Cruz Pizarro ha dicho que…
Yo también me he hecho las mismas preguntas, no hay edad -creo yo- para andar con inquietudes sobre la identidad, de hecho es un buen síntoma preguntarse sobre estas cosas... hay gente que nunca se pregunta quién es ni el "contraste" entre lo que uno piensa de sí y lo que perciben los demás.

De todos modos, al final creo que comprendiste la verdadera gracia de tener conciencia de nuestra vida, es decir, darle un sentido y un significado (que quizás no sea tan ambicioso como el aporte a la humanidad o la gran acción que haremos y determinará que hayamos sido útiles o no... pero que se puede ir haciendo día a día).

Muchos saludos desde Chile, aún a pesar de que la entrada haya sido escrita hace poco más de un año :)

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