Reflexiones acerca de la Eutanasia




"El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional".
Buda






El término "eutanasia" como sugiere su etimología (del griego "eu-thanatos"), significa "buena muerte", en el sentido de muerte apacible, sin dolores ni tormentos, y con esta acepción la introdujo en el vocabulario científico Francisco Bacon (1623).

Existe también una concepción teológica del vocablo en tanto “muerte en estado de gracia” que se corresponde con el ser amado, rodeado por sus familiares y amigos que transita sus últimos momentos de vida confortado por el afecto y amor.

La eutanasia está vinculada – por oponerse o no- al derecho a la vida, nuestra Constitución reconoce en su art. 7 la existencia de bienes humanos que merecen protección jurídica. Es por ello que el artículo no habla de que los habitantes tienen derecho a la vida, sino que el derecho es a ser protegido en el goce de la vida. El goce de la vida es el presupuesto por antonomasia de los otros derechos, es esta una de las razones por las cuales el tema de la eutanasia resulta ser tan controversial.

Un film que ví acerca de las acciones del Dr. Jack Kevorkian (quien defiende la eutanasia, y participa de suicidios asistidos) me plantea la interrogante ¿qué pasa cuando la vida queda desprovista de lo más humano que hay en nosotros hasta convertirse en simple existencia? ¿Debemos mantener una vida acompañada de constante dolor en el portal de la agonía?

Fernando Parducci en el artículo “El derecho a la vida y la normativa internacional de los derechos humanos” ha dicho "El derecho a la vida es el primero de los derechos porque es el verdadero principio de toda la enseñanza de los Derechos Humanos (…) Pero nos preguntamos, ¿alcanza con existir simplemente? Y la respuesta ha de ser negativa. Es esencia de la vida humana la búsqueda de la felicidad. (…) No puede comprenderse la vida como la sola existencia en contraposición a la muerte, eso es una simple sobrevivencia"

La vida para ser propiamente vida, ha de estar acompañada de dignidad y de goce. Pero desde que tenemos conciencia de ella, sabemos que la muerte es el destino inequívoco.

La inevitabilidad de la muerte no es una experiencia ni una idea, sino la certeza, y a pesar de ella impulsivamente negamos el proceso de muerte, no aceptamos que nuestros allegados, nuestros seres queridos y aún nosotros mismos debamos algún día morir.

Es de esa resistencia, de esa falta de resignación que nace el deseo de perpetuar la vida de las personas que queremos. El problema es que en algunas ocasiones estamos postergando lo inevitable en desmedro de la propia voluntad del que padece. Nuestros deseos en ese caso, aunque no lo admitamos, son egoístas. Alargamos la vida cuando ya ha dado todo cuanto podía dar, y la transformamos en una existencia despojada de todo lo más humano que hay en una persona. Prologamos en el paciente terminal el dolor y el sufrimiento.

A pesar de que comúnmente utilizamos la palabra dolor y sufrimiento como si fueran lo mismo, existe una distinción entre ambos términos.

Hay dolores físicos y emocionales, el dolor emocional, es el sentimiento negativo que surge ante determinadas situaciones o problemas, generalmente relacionadas con una pérdida o con un problema que nos afecta de manera importante.

El sufrimiento es la respuesta cognitivo-emocional, que tenemos ante un dolor físico o ante una situación dolorosa.
Es un conjunto de emociones y pensamientos que se entrelazan, adquiriendo mucho más intensidad y duración que el dolor emocional.
De hecho, el sufrimiento puede durar indefinidamente, aunque la situación que lo provocó ya se haya solucionado.

A pesar de que hemos logrado encontrar soluciones a dolores superficiales, aún no encontramos un remedio para el sufrimiento que nos provocan el abandono, la soledad, el miedo, lo desconocido, la angustia, la falta de esperanza o ilusión.

En casos como esos, en que el dolor físico es permanente y el sufrimiento es inmenso los pacientes terminales prefieren la muerte.

Ahora yo me pregunto si acaso, muchas veces no nos resulta más fácil y barato ayudarles a morir que acompañarlos, escucharlos, darles contacto físico, aliento e información. Ayudarles a combatir el sufrimiento cuando ya el dolor marca que el cuerpo está terminando su ciclo vital.

Nacimos indefensos, dependiendo de otros, y a menudo la muerte nos encuentra de igual forma. Si nos convertimos luego en personas fuertes e independientes es gracias a que otras personas nos han cuidado y se han preocupado por nuestro bienestar incluso al punto de sacrificar sus propios intereses.

En la sociedad actual muchas personas viven en desoladoras condiciones, y su vida es un tormento que sobrellevan en soledad, no es extraño que deseen darle término.

El problema no está tan sólo en la suspensión de la vida, el problema también está en qué tan humanitaria es nuestra ética médica.

No todos los médicos están dispuestos a ir más allá de un historial clínico para ser sensibles, generosos y tolerantes con quien sufre en soledad. Los pacientes y los médicos, también son personas. Algo está mal si no logramos conmovernos ante el sufrimiento de otros.

Interferir en el curso vital hacia la muerte, prologando artificialmente la vida, la mayoría de las veces puede ser un acto no humanitario. Pues no se está acompañando en el curso hacia la muerte, sino postergándola en vano cuando es inexorable.

Los enfermos terminales, irrecuperables, sufren por su dolor profundo, emocional, tanto o más que por el corporal. La práctica asistencial muchas veces se limita a mitigar el dolor, la angustia y el sufrimiento mediante calmantes, hidratación, asistencia sanitaria, pero suele faltar el componente humano.

Sería bueno que ampliáramos el contexto que le damos a la problemática, y examinemos también las circunstancias en las cuales una persona desea morir, que cosas lo motivan a querer suspender su vida.

Con esto que digo no creo dar una solución al problema, ni mucho menos, sólo quiero hacer ver que es un problema complejo, que está rodeado de enfrentados intereses. Exige que lo discutamos y pensemos contemplando varios puntos de vista.

No podemos ser sentenciosos, perezosos o descuidados cuando de la vida se trata.

Nota: El escrito es de mi autoría y la imagen ha sido extraída de la web.



Comentarios

Annie Costello ha dicho que…
Vale, muchísimas gracias por tu tanda de comentarios en Adrenalina. Es ahora cuando estoy comenzando a escribir cosas más serias en lugar de meros textos autobiográficos así que estás invitada a pasar cuando quieras :D

Respecto a ti, hacía tiempo que tenía ganas de leer un blog como el tuyo, con reflexiones sobre temas que a menudo nos dan que pensar. Este texto me confirma que compartimos las mismas ideas... sigue escribiendo porque tienes mucha habilidad para expresarte :)

¡Un beso!

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