Realidades


Sonidos, rumores, ruidos, silbidos, golpeteo… indefinible rasguido, fricción de madera y hormigón. Ellas y ellos, iban y venían por los pasillos.
La realidad no era tan sólo lo que veía a diario. Descubrió que había otras realidades que interrumpían, que se filtraban, que siempre estaban.
En esos éxtasis misteriosos en que tenía fuertes experiencias estéticas, nada era extraño o todo lo era. Aquello era una fusión indescriptible de los “todos”, una rendija de lava a temperatura ambiente.
La razón la abandonó por un rato y sintió. Aquellas ideas carceleras fueron interrumpidas y mutó.
Reflexionó que había personas que vivían en aquellas realidades no convencionales, en dimensiones sin censuras, ¿cómo harían para vivir allí y pisar frecuentemente su tierra?
No estaban en el mismo espacio, tiempo, referencia, y sin embargo les veía, algunas otras estaban ausentes del todo, absorbidas por el poderoso tiempo. Ni las sensaciones que experimentaban aquellas personas debían ser iguales, pensó.
Quería destruir todos los puentes por momentos, tomar un hacha y romper las cuerdas. De cualquier forma eran débiles, casi siempre ignorados.
La tomó por completo un momento de perplejidad, miró al suelo fijamente dejando su cuerpo de tal forma que lo pensó en actitud semejante a la de un abrigo en un perchero, junto a la puerta, en un día de copiosa lluvia.
Entre tanto pasaban individuos robóticos, impulsados por quien sabe cuáles hilos macabros de marioneta. Eran tan sólo cuerpos que pertenecían a una escena mecánica.
Le dolía la cabeza una, le dolía dos, le dolía tres veces, y luego leve. Mucho más leve que la sensación de su ser… De repente le recorrían el cuerpo corrientes eléctricas que le hacían padecer movimientos espasmódicos. Cualquiera de aquellos muñecos del llano ambiente lindero, le consideraría enferma, y sin embargo tal vez fuera la más lúcida e incandescente.
Decidió refrescarse la cara con agua, luego se arregló la camisa, y se acomodó el peinado. Como aquellos que se visten con sus mejores trajes para morir decentemente, ése acto lento y meditado en cada uno de sus detalles, era una transición a la realidad lindera. Era como cruzar los umbrales de su prisión entregándose y desfilando hacia su ya conocida celda.
Pero aunque dentro de pocos minutos tuviera que regresar, la pena no sería la incisión de una daga mortal. Porque aunque regresara a su celda de realidad inmóvil, nunca olvidaría que hay un más allá de los muros, y ese más allá, ya nunca más le sería secreto e ignorado.
Con resignación, pero guardando muy dentro esperanzas, cerró los ojos y se fue.


Nota: El texto y la fotografía son una creación mía, y están registrados a mi nombre.



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Holla,Me gusta su website,bon trabajo, Te falta sólo un botón de traducción el resto tudo ok!
abrazo
excusa mi mal espanol!

Entradas populares de este blog

Reflexiones acerca de la Eutanasia

Personaje de un sueño, del actor de una película